sábado, 6 de julio de 2013

Whisky, cerveza y palomitas

Desperté desorientado. En viajes nocturnos como este, me había acostumbrado a tomar analgésicos para dormir. Neobrufen, Dormidina u Orfidal. Si no tenía a mano, me los prestaban.

Eran las 6h30. Habíamos llegado antes de tiempo a la estación Greyhound de Los Angeles.


Elías tuvo que despertarse pronto para venir a recogerme. Este es el elegante aspecto que tenía cuando le vi. Llévabamos 6 años sin encontrarnos, desde la última vez que vino a visitarme desde París.

Gracias al GPS de su iphone, de cuyos mapas tanto se quejaba, y esuchando como siempre buena música, me llevó a desayunar a un restaurante clásico, como el que sale en Pulp Fiction, la película que había visto en Madrid antes de salir hacia Estados Unidos.



Era sábado, y era mi último fin de semana en Estados Unidos. Nunca había estado antes en Los Angeles. Elías había pensado que lo mejor era dejarme en Hollywood Boulevard, y que desde allí fuese decidiendo yo mismo lo que quería hacer. Él tenía que irse al trabajo.

Así que salí del coche y empecé a andar por allí.


 No sé porqué, lo primero que hice fue entrar en una tienda de disfraces.



Y continué mi paseo. Hollywood Boulevard no sorprende por el espacio en sí. De hecho no hay nada especialmente bonito. Es algo así como ir a Diversia, pero con más turistas. Todo está bastante viejo y es feo e impersonal. Empecé a darme cuenta de, hasta qué punto, Los Angeles es una ciudad decadente.

El Dolby Theatre, antes Kodak Theatre, donde se celebran los Oscar.
Había comerciales cada pocos metros que te incitaban a coger uno de los autobuses turísticos, que te llevan alrededor de toda la ciudad. Tardé un rato en decidirme a coger uno. Al principio pensé que no lo iba a hacer, que era una horterada, pero después me di cuenta de que lo estaba deseando.

Primera parada. En estas escaleras se rodó el desenlace de Pretty Woman.
Creo que no pude tener mejor idea que esa. El autobús turístico es barato, y gracias a él haces un recorrido que te permite hacerte una idea de donde estás, sobre todo porque el conductor, según avanza, va explicando anécdotas de cada lugar. Es una introducción perfecta a la ciudad. Lo volvería a coger cada vez que fuese.


Si hay algo con lo que me tenga que quedar, a pesar del mal día que hacía (las nubes impedían disfrutar bien las vistas) es el mirador de Mulholland Drive.

Esta creo que era la casa de Drew Barrymore

Pasamos cerca de un montón de casas de famosos, y nos contaron a quien pertenecían y demás anécdotas... Esas cosas...

Casa de Bela Lugosi


Pasamos junto a The Viper Room, donde murió River Phoenix de sobredosis hace 20 años; una celebridad que recordará siempre a los años noventa del siglo pasado.


Se me dan bastante mal los nombres de celebridades, pero esta casa creo que ha pasado por varias manos, entre ellas Madonna y Mariah Carey, o Jennifer López, no me acuerdo...

Junto a la puerta de la casa donde falleció Michael Jackson.

El señor que decidió comprar la casa de Humphrey Bogart hace unos pocos años, también decidió tirarla entera. Es algo que pasa mucho en Los Angeles. Para un poquito de historia que tienen, y no la respetan...

Me gustan las gasolineras vanguardistas. Aunque la mejor es la que hay en la calle Alberto Aguilera en Madrid.
En definitiva, durante la hora y media que duró la visita, vimos algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Los Angeles. Rodeo Drive, Bel Air, Downtown... Fue demasiado rápido para asimilarlo, pero me sirvió para hacerme una buena idea.


Nos dejaron de vuelta en Hollywood Boulevard, y estuve viendo algunas de las famosas huellas.



Bajé a la calle paralela, Sunset Boulevard, y entré al In'n'out. Esta cadena de hamburgueserías es un gran éxito en California. No hay sucursales más allá de sus fronteras, pero tiene una relación calidad-precio increíble.


Ande unos 300 metros para entrar en Rockwalk, una tienda de guitarras enorme.


En la entrada, los músicos que la han visitado, también tienen su momento de gloria, como en el Dolby Theatre


El precio medio de estas guitarras era de unos 20.000 euros. Ninguna era nueva.

Cogí el metro para acercarme al centro, donde había quedado con Elías.


Allí di un paseo, después estuve esperando un rato hasta que llegó con su Toyota Prius. Ya habían cerrado las tiendas.


Anocheció según avanzábamos en su coche guiados por el GPS entre las autopistas de la ciudad, escuchando música. Quiso llevarme al barrio donde vivió Elliot Smith, y paramos en el muro que utilizó mucha gente para homenajearle tras su muerte.




Y terminamos en The Roost, el bar donde él siempre iba por las noches, después de un largo día como el nuestro, a tomar cerveza, whisky y palomitas.