viernes, 5 de abril de 2013

California



A las 6 de la mañana ya estaba en el Aeropuerto Internacional de Portland con las maletas.


Me monté en este avión de Alaska Airlines y me quedé dormido. Me desperté al rato, abrí el ojo y se veían las grandes montañas de la cordillera occidental por la ventana.



Bajé del avión en San Francisco, se estaba levantando la neblina. Esta fue mi primera imagen de la ciudad, desde el aeropuerto.



Lo siguiente era alquilar un coche y dirigirme al parque nacional de Yosemite, en las montañas. La oficina de alquiler de vehículos era enorme, no se veía el final de los mostradores. Se nota que aquí es muy habitual utilizar este servicio.


Tardé bastante tiempo en entender los cambios automáticos y tuve que preguntarle a una persona que pasaba si sabía conducir. Me enseñó lo que significaba cada marcha. La gente aquí es así de maja. Era en el fondo muy sencillo.


La sensación al coger el coche fue de euforia. Lo había conseguido, estaba solo, conduciendo por California.
Por fin la matrícula de California
Atravesé el enorme puente de San Mateo.



Y conduje, paré por el camino, hacía paradas sin sentido, en cualquier sitio. Aquí mismo. A ver qué me encontraba. Y después continuaba el camino. Las nubes se levantaron y empezó a hacer calor, me quité el jersey, cambiaba continuamente las cadenas de la radio. Ponían RnB, rock americano, rancheras mejicanas, country pop... También había cadenas religiosas y republicanas.

Pensé un momento que no debería estar conduciendo hacia las montañas, que debería aprovechar el sol para ir a la playa. Pero seguí conduciendo.



El paisaje se fue volviendo más rural poco a poco y la radio se oía peor, llegué a la zona de montaña.



Paré en el pueblo de Mariposa, muy cerca de mi destino final. Se trata de un pueblo típico del oeste convertido en atracción turística.







Por fin llegué al hotel Queen's Inn de Oakhurst, junto a Yosemite, un hotel como el de Psicosis, pero sin cuchillazos y tal.


Pasaron algunas horas, subí a cenar a la taberna junto al hotel, y comí una hamburguesa escuchando a los paisanos hablar de sus negocios locales dedicados al turismo. Había un señor que tallaba madera y se quejaba de sus becarios.

Por fin me encontré con mis compañeros del master en el hotel. A partir de hoy estaré buena parte del tiempo con ellos.



Y se pusieron a preparar unos sandwiches en mi habitación, entrañable escena de turismo español por el extranjero.



Nos acostamos pronto, el día siguiente toca visitar Yosemite.

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